Las provocaciones estadounidenses han ingresado a un periodo de auto liquidación. Se han tornado
absolutamente en contraproducentes. Cierto, en la actualidad toda provocación estadounidense es un completo suicidio. Cada provocación acelera el desmoronamiento de occidente. A tal punto que las carcajadas de Bill Clinton en un encuentro público con el inefable Boris Yeltsin en 1993 cuando la ex URSS estaba implosionando (1) pueden ser comparadas con las sonoras carcajadas del presidente ruso, Vladimir Putin, cuando este 28 de septiembre de 2022 estaba estampando su rúbrica en el documento de adhesión de cuatro regiones de Ucrania a Rusia (2).